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  • Writer's pictureDaniela Ibáñez

Hora de ponerle mute al televisor

#VACUNAGATE

Martin Vizcarra es un sinvergüenza, no hay otras palabras para describirlo. Como analista política en formación, intento en toda circunstancia ver los acontecimientos políticos en perspectiva e imparcialmente. Pero también soy peruana, y me importa mi país, por lo que en esta circunstancia no puedo ser neutral. Hay que decir las cosas por lo que son: Vizcarra y todas las personas en el aparato público que actúan como él, larvas que succionan de nuestros impuestos y dignidad, deberían ser eliminadas de inmediato del aparato estatal.


Saben, hace varios años los sabios griegos reflexionaron acerca de los atributos que debería de tener un gobernante. Muchos de ellos hablaban de nobleza, de capacidad de reflexión, de liderar a un pueblo considerando los intereses en común y no los personales. En la república bananera del Perú parece que nos hemos olvidado de todo esto, la sabiduría fue contagiada por el COVID y seguro murió en un hospital de Essalud, abandonada de todos aquellos que una vez la quisieron.


El problema que nos acecha tiene dos aristas: el sistema y las personas que integran el sistema. Se dice que la corrupción es un problema de acción colectivo, mediante el cual todos los incentivos del sistema están alineados para que los funcionarios abusen de su posición en la administración pública, para beneficiarse personalmente. La regla de juego en el aparato estatal peruano es el clientelismo, se contrata, se asciende, por contacto próximo, no por mérito. En este sentido saludo las iniciativas electorales que pretenden, por ejemplo, instaurar la meritocracia en la carrera judicial, imitando el modelo de la carrera diplomática. Además, saludo las iniciativas electorales que buscan reducir o reorganizar los ministerios, aunque cabe decir que se deben de reducir las funciones para así dejar de contratar por el Estado innecesariamente a los famosos ‘Richard Swings’.


El primer problema tiene que ver con el sistema y el segundo problema tiene que ver con las personas. Y aquí entra en juego la moral. Tras un año de pandemia, de miles de muertos, contagiados, hospitales colapsados, familias en la quiebra, uno pensaría que el funcionario público se volvió más solidario, más conectado con la gente y los dramas del país. Pero no fue así. Por lo contrario, los funcionarios, especialmente aquellos del Ministerio de Salud y de la Cancillería, se aprovecharon de su posición privilegiada en la adquisición de las vacunas, de manera que ellos salieran beneficiados primero. Y con nuestro dinero. Y a costa de nuestras vidas. Porque como bien dijo Beto Ortiz en su programa ayer, ahora no solo nos roban, nos matan.


Vizcarra es la consecuencia de años de negligencia, de clientelismo, de inmoralidad dentro del aparato público, de oportunismo ciego. El poder debe de regresar a la gente. El aparato estatal es obsoleto como existe hoy. Debe de existir una gran reforma para que este deje de e inclusive se debe de reducir drásticamente. El liberalismo es la solución para extirpar a individuos carentes de toda empatía del aparato estatal. El peruano emprendedor es liberal por naturaleza – somos el 5to país más emprendedor del mundo – pero vive en un ecosistema que no le permite sobrevivir. Y está gobernado por varios miserables.


Yo deseo, con urgencia, un país libre de Vizcarras. Es hora de ponerle mute al televisor y ponernos a reflexionar acerca de la hoja de ruta que queremos para el Perú. Veamos nuestra historia y la naturaleza de nuestra gente en perspectiva. En base a esto, armemos gobierno. Así, alcanzaremos verdaderamente la inmunidad de la corrupción.

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