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  • Writer's pictureDaniela Ibáñez

La Demanda Nunca Ha Estado Tan Alta




Ansiedad, alivio, más ansiedad, menos alivio, un suspiro, una decisión fugaz, renunciar a la vida que conocemos por el bien mayor (por primera vez, capaz). La anticipación se volvió nuestra respuesta instintiva, como en esas situaciones en las que solo tienes un segundo para hacer una decisión que cambiara tu vida por el futuro cercano.


Silencio. De eso escuchamos poco estos días. Ver las noticias no solo se ha vuelto un hábito compulsivo, pero ahora un método de supervivencia. El que sabe más, tiene más posibilidades de prevenir que ese agente extraño que cruza fronteras y aterroriza poblaciones entre en tu piel y tome posesión de tu vida. Hoy poco sabemos que si lo que vemos o escuchamos en los medios es cierto o no. ¿Llegará a mí? ¿Tomará posesión de mi vida? ¿Afectará a un ser querido? ¿Qué está haciendo el gobierno y serán estás medidas las más efectivas?


Y así en un abrir y cerrar de ojos te diste cuenta que la vida que siempre conociste podía cambiar de un momento a otro. La mentira era muy costosa. La ineficiencia era demasiado costosa. Y así, la demanda por la verdad nunca estuvo tan alta. Te negaron ir al trabajo, salir de tu casa, producir, abastecer a tu familia, todo por el bien común. Los sistemas financieros se desequilibraron, los países cerraron fronteras, las bolsas se cayeron, la economía colapsó y los negocios quebraron. No podremos salir a las calles, no podemos ver o abrazar a nuestros seres queridos. Y así, la demanda por la solidaridad nunca ha estado tan alta.


Y así mirando de tu ventana, aislándote físicamente pero nunca tan presente mentalmente piensas en aquellos que a veces no les dedicabas más de 10 minutos al día. Y eso es mucho para algunos. La denotada ‘población de riesgo’ en las noticias. Las generaciones que nos sostuvieron y nos dieron nuestro presente. Años atrás en su apogeo, ahora más vulnerables que nunca. Piensas, les hubiera dado más abrazos, más besos, hubiera pasado más tiempo con ellos, escuchar sus historias, sus anhelos, sus aventuras de otro siglo, entender su ventana de realidad. Los culpábamos por mucho: el retorno de la religiosidad en una época supuestamente secular, del retorno de la extrema derecha, de la negligencia del medio ambiente, por todos los males del gobierno. Decíamos: pero ellos ya vivieron su tiempo, no entienden los nuestros. Y así poco a poco fuimos disminuyéndolos, dejándolos de lado en asilos de ancianos, o con suerte en sus casitas solos sin acompañarlos ni escucharlos. La llamada población de riesgo.


¡Ah estas siendo exagerada! ¡Esto solo afecta a los abuelitos? ¿Toque de queda? Ah, a mí eso no me importa, ¿si igual será solo un simple resfriado? Hasta que te asustaste. No sólo con las cifras de fallecidos sino con tus recuerdos. Te asustaste con la realización de tu dependencia, que el aislamiento como método social es la medida de control de crisis más extrema. Porque nos quita esa necesidad básica para sobrevivir como especie. Pasando más tiempo por tu cuenta pensaste en tu infancia, en quienes te sostuvieron y cuidaron. E allí la población de riesgo. La que una vez solo fue la población que nos crio, que nos dio vida y los privilegios que tenemos hoy. Que nos dio casa, comida, tranquilidad, amor. Y así hundida en tus recuerdos y arrepentida de pensar que el agente extraño no iba a llegar a ti pensaste todo lo contrario. Le dedicaste un poco más de tiempo en pensar en ellos, que en tus propias necesidades. El miedo se volvió empático. Muto para abrirnos los ojos ante la realidad: lo que no te afecte a ti, afectará a alguien cerca de ti. Y pues, la demanda por el amor nunca ha estado tan alta.


La demanda por una cura,

A la moral,

A la solidaridad entrañable,

Al acercamiento social,

A la naturaleza que nos dio vida,

A la generación que nos dio vida,

A la verdad:

De pensamiento,

Político, social, económico, cultural,

De organización,

Técnica, moral, institucional,

A la honestidad,

A la fe,

En Dios,

En la capacidad de la humanidad,

En ti mismo,

De superar tus ansiedades,

Por el bien de alguien más,

Capaz de generaciones lejanas,

Pero con igual importancia,

En el funcionamiento,

No solo de la sociedad,

Sino de tu corazón,

Al ánimo,

Al esfuerzo,

Al trabajar hasta encontrar una cura,

No sólo a esta pandemia,

Sino una cura,

Para levantar la moral,

Para darnos la mano y confiar,

Y hacernos funcionar,

Y darnos esos momentos de felicidad verdadera,

Por la vida,

La demanda,

Nunca ha estado tan alta.

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