Daniela Ibáñez
Lima ya ha sido tomada

Estamos a vísperas de la llamada “Tercera Toma de Lima”. Los operadores de esta marcha quieren dar el mensaje que las regiones, o más bien que la gente fuera de Lima está sub-representada, sub-valorada o no escuchada. Para eso consideran necesario marchar hacia Lima físicamente, el lugar donde para ellos se encuentra el poder centralizado y concentrado de las instituciones y del gobierno, los grandes grupos económicos y los medios de comunicación.
Algunos señalan que esta manifestación va a ser un fracaso dado que no se proyecta el número de asistentes con el cual si contaban las primeras dos marchas. También indican que será un fracaso porque las dirigencias no tienen el nivel de organización que se requiere para convocar grandes masas, o porque el protagonismo de los dirigentes que piden la restitución de Pedro Castillo limita su poder de convocatoria. En este aspecto tienen razón, lo más probable es que la marcha no va a estar a la altura de sus expectativas.
Pero lo que algunos no parecen ver es que Lima ya ha sido tomada. La Toma de Lima ha sido mental, no física.
Lo primero que hay que decir es que la élite intelectual limeña ya ha sido tomada por el discurso de algunos radicales que buscan interpretar alternativamente nuestra realidad política, pues para ellos, no hay otra manera de salvaguardar sus intereses. Estamos hablando de aquellos que dicen que vivimos bajo una dictadura.
No se ponen de acuerdo si vivimos bajo la dictadura del Ejecutivo (Dina) o bajo la dictadura del Congreso lo cual en sí, a mi modo de ver, es un oxímoron. Para los dirigentes radicales de la marcha vivimos en dictadura porque se habría vacado injustamente a Pedro Castillo, mientras que para la élite progresista vivimos en una dictadura, porque los elementos afines a ellos están siendo removidos de la administración pública o están siendo severamente cuestionados en espacios mediáticos (incluyendo redes sociales) que ellos estaban acostumbrados a dominar. Por lo tanto ya vivimos una Toma de Lima, y los que durante los últimos años se han acostumbrado a marcar la pauta, están adoptando eslóganes poco originales.
También vivimos una Toma de Lima en el sentido que algunos quieren vetar a políticos que no son de su agrado y exigen que se abstengan de postular a algún cargo público. Los culpan de todo lo que ha salido mal en los últimos años. Huele a autoritarismo el señalar con el dedo y decir "tú no puedes postular", o culpan de todas nuestras desgracias a una sola persona, o una sola agrupación política. Y no solo huele a autoritaritarismo sino a inmadurez absoluta, dada la escasez de opciones políticas que buscan preservar el modelo económico o que por lo menos busquen cambios o reformas sensatas dentro del marco institucional.
Ahora, la Toma de Lima no solo se limita al sector progresista, las narrativas que pregonan los radicales son muchas veces repetidas por voceros que supuestamente son más rigurosos a la hora de lanzar afirmaciones. Algunas de esas narrativas son que el Perú es prácticamente Dubái y que nuestras reservas de recursos naturales son de una proporción inconmensurable. Si pues hay algunos que dicen que nuestras reservas de litio son tales, que solo basta que el mundo nos vea para detener el cambio climático. Simplemente no es cierto y ya lo hemos refutado desde este espacio.
Otra narrativa es que los actores políticos externos infiltrados en nuestro país son los mayores culpables de nuestras desgracias. Si, por ejemplo, expulsaríamos personajes fuera del territorio nacional, toda la estabilidad sería recobrada. Los nombres varían dependiendo de a quien se le pregunte. Algunos dirán el Gallo Zamora, otros dirán a los soldados americanos, pero en esencia su conceptualización del fenómeno es el mismo. Se definen muy distinto, pero al final son víctimas de lo mismo: el no querer admitir que las desgracias que hemos vivido las hemos creado nosotros mismos.
Personalmente considero que la Toma Mental de Lima es de peores consecuencias que la Toma Física. Y no me refiero a los miles de compatriotas que viven en regiones y que seguramente gran parte de ellos piensan de una manera constructiva. Me refiero a que debemos temer a la manera de pensar de un radical, de un conspiranoico, de un desinformado, de alguien que opine en base a sus emociones o instintos y no en base a los hechos. También me refiero a pensar como aquellos que no están convencidos de los valores democráticos, y de las libertades, sean estas políticas, económicas o individuales.
El verdadero cambio parte por pensar dos veces antes de opinar.